El modelo electoral lanzado por la campaña de Obama en 2008 —y copiado infructuosamente por centenares de políticos de poca imaginación en medio mundo— se encuentra en proceso de ser reinventado de arriba abajo. A 14 meses de la elección presidencial el equipo del candidato se encuentra confeccionando los detalles de una maquinaria política que intentará superar a su predecesora de hace cuatro años. Superarla en dos aspectos fundamentales: en número de dinero recaudado y en la cantidad de personas a las que llega y a las que involucra. La meta, ahora, es de más de 1.000 millones en el primer caso y de superar las 13 millones de personas con las que tuvo contacto directo en 2008.
Objetivos difíciles de conseguir. Tanto por el componente orgánico/político (nunca antes una campaña había operado a esta escala) como también por el tecnológico. Sobre todo, el equipo de Obama ensaya estos días con la innovación tecnológica. Es decir, con utilizar soluciones tecnológicas para resolver los problemas de siempre. Cómo involucrar al mayor número de personas posibles en el esfuerzo; cómo hacerlo, sobre todo, en aquellos estados que más necesita la candidatura; cómo crear vías de comunicación paralelas a las que utilizan la mayor parte de las campañas; cómo circunvalar a los medios tradicionales de comunicación y sus cansados —y cansinos— formatos.
Aunque la mayor parte de estas preguntas las resolvió Obama en 2008, no lo hizo desde el statu quo. Lo hizo desde la retaguardia y sin nada que perder —y eso cambia muchas variables—. Por ello, este será uno de los temas fundamentales del proceso que ya está en marcha. Al menos desde el punto de vista estratégico/electoral. ¿Cómo defenderá Obama su gestión desde el corsé que le impone la institución presidencial? Una parte importante del éxito del candidato se debió sin duda a la espontaneidad, frescura y la forma en la que dejó de lado los ritos tradicionales y jerárquicos de la política estadounidense. Desde el Despacho Oval y con la sede de su campaña a más de 1.000 kilómetros en Chicago, esto será mucho más difícil.
Una de la novedades interesantes en este segundo intento es la apuesta que está haciendo la campaña por innovar en plataformas web. De nuevo bajo la dirección de Joe Rospars, el equipo se centra ahora en llevar al campo político lo que se conoce como big data. Esto es, nuevas formas de entender la información en base a la capa de datos que dejan tras de sí los historiales de búsqueda de las personas, los dispositivos móviles, las redes sociales, el censo, los hábitos de consumo y muchas otras variables que hoy se registran y almacenan. Surge un área de estudio e interpretación que mezcla nuevas variables que se procesan de forma que arrojan resultados hasta ahora inimaginables.
Se trata de un cambio importante hacia dentro de las campañas en el que el poder y la capacidad de toma de decisiones se desplaza de los poco imaginativos asesores políticos y encuestadores de siempre a los equipos que realizan el análisis profundo de los datos y las tendencias de la campaña. ¿Cuál es la evolución histórica del voto entre negros que ganan más de 100.000 dólares al año y viven en ciudades de Ohio con más de 50.000 habitantes?¿Cómo identificar los patrones de voto entre los votantes de 21 a 25 años del sur de la Florida? ¿Cómo se enfrenta una minoría como la hispana, judía o vietnamita a la reforma al sistema sanitario? Hoy los nuevos expertos en datos comienzan a dar respuestas a este tipo de preguntas y, como resultado, marcar el ritmo de las campañas.
Como muestra de la importancia de este nuevo papel basta el anuncio que colgaba la campaña el martes pasado en su web y que promovía directamente con un evento en la Universidad de Stanford: “Únete al equipo de análisis de datos. Si te apasionan los datos, el análisis predictivo, la política y los medios, únete al equipo de Obama. La campaña está contratando científicos e ingenieros de tiempo completo en nuestra sede de Chicago”.
Nos encontramos muy al comienzo de esta nueva etapa. Las prácticas cambian, los roles se transforman. La nueva iteración de la campaña de Obama servirá, entre varias cosas más, para revisar y redefinir qué significa hacer estrategia electoral en la era de la información.